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FAMILIA

Leticia Grita

El costo del banquete
Conozco parejas que prefieren convivir para evitarse los gastos que conlleva una boda. ¿Cómo es posible que no inventen algo “personalizado” para ese gran día? M. C. Dejando aparte la posibilidad de una opción más sobria, que requiere aguzar el ingenio para huir de las trampas comerciales de los planes de boda y las ceremonias organizadas, me parece que la raíz de esa actitud está en la pérdida del valor social del matrimonio y, para quien se profesa cristiano, también el religioso. A mi entender, es necesario hacer énfasis en ese “algo más” que contiene el “sí” que la pareja pronuncia delante de la comunidad. Se trata de un círculo virtuoso que parte del asumir una y otro unas responsabilidades, y de comprometerse conscientemente por el bien común, a la vez que manifiesta que las legítimas necesidades familiares requieren reconocimiento y apoyo público. Ese compromiso público redunda en beneficio de los esposos mismos, sus hijos y, en definitiva, de todo el tejido social. Todos deberíamos comprometernos en promover una cultura de la alianza de cada pareja –con los sentimientos, proyectos y recursos que conlleva– con el contexto que la rodea, desde el municipio a la parroquia, ámbitos que cuentan con herramientas y posibilidades de las que una simple familia carece, sobre todo en las situaciones críticas y de fragilidad que pueden surgir en las distintas etapas de la vida. Y entonces sí que tiene sentido el banquete nupcial, tal vez “solidario” y “alternativo”, pues representa para todos un cortar la cinta del viaje que empieza ese importante día y en el que todo está por descubrir y compartir.



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