logoIntroduzca su email y recibirá un mensaje de recuperación de su contraseña






                    




articulo

ESAS COSAS

Manuel Morales

La «bodhichitta»
Hoy he descubierto experimentalmente este “negocio” de la «bodhichitta». Una persona muy querida me pasó este verano un libro escrito por una monja budista, Pema Chödrön. Uno de sus capítulos, titulado «El amor que no morirá», trata de la «bodhichitta». La palabrita, en principio, a mí me suena simpática. Y su significado, todavía más: «corazón noble o despierto». Se dice en buen budismo que, en los momentos difíciles, lo único que sana es «bodhichitta». ¡Qué curioso! Se trata de ese “lugar blando” que todos poseemos, incluso debajo de nuestras “armaduras” más defensivas. Es «ternura básica, calidez compasiva». Basta respirar profundamente, no huir del problema, relajarnos un poco, y comienza a emerger la ternura y la bondad. «Así como una joya enterrada durante millones de años no se decolora ni sufre daño alguno, a este noble corazón tampoco le afectan todos nuestros gritos y pataleos». Es como una “bajada”, como entrar de puntillas, humildemente, en la realidad, sin apresurarnos ni ser agresivos. Porque «allí abajo, en lo más denso de las cosas, descubrimos el amor que nunca muere». ¡Genial! Nos lo decían en Teología: «sólo se redime lo que se asume». Pues yo me apunto a la «bodhichitta». Eso de entrenarse y adquirir cada día un poquito más de «liberación y de iluminación interior» nos viene bien a todos. «En el hombre interior habita la verdad», dijo San Agustín. Eso de descubrir «el amor que nunca muere», me convence. Luego, lo de si hacerlo con el propio esfuerzo o apoyados en un auxilio superior, es otro negocio. Esta tarde, una persona, habitualmente amable, me espetó un problema con palabras agresivas y bastante nerviosismo. Yo, curiosamente, me sorprendí nadando en el buen humor (¿la «bodhichitta»?). Hasta me dio por reír. Y no juzgué a la persona. Después sí, pasada la tormenta, se encargan los malos humores (que viven tan dentro como la «bodhichitta») de calentar la cabeza. Y se le ocurren a uno toda clase de respuestas y sentencias bien “ajustaditas”. Pero nada de nada. Acabó venciendo la «bodhichitta». Gracias a Dios. Porque yo sí creo y necesito, como tantos, del “auxilio superior”. Es más. En Italia conocí a un gran maestro budista tailandés que contemplaba muchas veces extasiado el cuadro de una Virgen preciosa que teníamos en nuestra capilla. Él la llamaba, por su recogimiento y su encanto, la Virgen budista. No sé si le aplicó el término, pero, por lo que él expresaba, bien podía llamarla así: la Virgen «bodhichitta». Y él le rezaba a su manera. Pues gracias, hermana budista. Desde vuestro mundo traéis y destacáis valores que nos son comunes a todos. Cuente usted conmigo. Hoy he mandado a mis amigos de Internet un video de dos hermanos Marx, Chico y Harpo, para despertar a «bodhichitta» donde esté durmiendo. Los dos cómicos hacen toda clase de bobadas al piano sin romper la armonía de las notas. El humor es hermano de la humildad y tiene que ver con «bodhichitta». Ya dijo alguien que los ángeles vuelan porque no se toman demasiado en serio. Para Chesterton, la alegría es «el gran secreto del cristianismo».



  SÍGANOS EN LAS REDES SOCIALES
Política protección de datos
Aviso legal
Mapa de la Web
Política de cookies
@2016 Editorial Ciudad Nueva. Todos los derechos reservados
CONTACTO

DÓNDE ESTAMOS

facebook twitter instagram youtube
OTRAS REVISTAS
Ciutat Nuova